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Remesas suben 4.2% en Guerrero, pero no frenan la pobreza estructural

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Acapulco, Guerrero – A pesar de un aumento del 4.2% en las remesas recibidas durante 2025, Guerrero no logra revertir de manera significativa sus altos índices de pobreza, que lo posicionan como el segundo estado más pobre del país en términos de pobreza multidimensional y extrema.


Las autoridades locales celebraron el incremento con entusiasmo, destacando que esta inyección de recursos ha permitido mejorar la calidad de vida de 65 mil personas y sacar de la pobreza extrema a 49 mil guerrerenses. Sin embargo, el efecto se limita a un alivio temporal para los hogares, sin transformar la realidad estructural de la entidad.


El crecimiento de las remesas representa el 50.8% de la plantilla laboral en Guerrero, convirtiéndolas en una fuente crucial de ingresos para gran parte de la población. Esta dependencia estructural obstaculiza el desarrollo económico autónomo, agravada por una informalidad laboral que alcanza el 78.3%, lo que impide la generación de empleos estables y formales.


Aunque las deportaciones de guerrerenses desde Estados Unidos subieron un 20% en el segundo semestre de 2025, no han alcanzado cifras masivas. Aun así, representan un reto clave para las familias y las autoridades. Muchos migrantes deportados mantienen la esperanza de regresar al norte, y los programas de apoyo gubernamentales se perciben como insuficientes para su reintegración laboral.


La violencia persistente en sus comunidades de origen, que impulsó inicialmente la migración, sigue siendo una amenaza al regreso, sin mejoras sustanciales que incentiven la permanencia.


De acuerdo con datos del INEGI, Guerrero arrastra una pobreza que no se mide solo por dinero, sino por el acceso a derechos básicos como educación, salud, seguridad social y vivienda. Las remesas, aunque útiles para el bienestar inmediato, no garantizan estos servicios esenciales.


Los programas actuales no abordan los factores estructurales que alimentan la migración: falta de oportunidades laborales, educación deficiente e infraestructura precaria. Esto genera un entorno donde muchos prefieren reintentar la migración, en lugar de integrarse localmente.


La creciente dependencia de remesas expone las debilidades del modelo económico de Guerrero. Aunque mitigan la pobreza temporalmente, no impulsan inversión en empleo formal ni infraestructura. Para romper este ciclo, las políticas públicas deben enfocarse en generar oportunidades estables, elevar la calidad de servicios básicos y reducir la vulnerabilidad a fluctuaciones migratorias.


Sin un enfoque integral, Guerrero seguirá expuesto a los vaivenes externos, limitando su transformación económica y social profunda.

 
 
 

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